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Por qué es bueno aburrirse

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Te contamos las razones por las que es bueno aburrirse: el aburrimiento es un espacio de aprendizaje, fomenta la creatividad y el autoconocimiento en los niños

Las psicólogas Cristina Gómez y Pilar Muñoz, hablan sobre cómo afrontar la época estival con niños y adolescentes, de la importancia de realizar actividades con amigos y en familia, pero también de que los menores tengan momentos de silencio y aburrimiento como parte del aprendizaje ya que potencia la creatividad, la imaginación, y es una herramienta para aprender a gestionar la frustración.

Respecto a los deberes, afirman que es recomendable que en verano hagan los indispensables y que los padres y madres pierdan el ‘miedo’ a que desaprendan los conocimientos adquiridos durante el curso.

Si algo preocupa a padres y madres, es qué hacer con sus hijos e hijas durante los meses de verano y no es para menos teniendo en cuenta que desde que inician las vacaciones hasta que comienza el curso escolar tienen por delante más de 1.920 horas que rellenar con actividades que entretengan a sus hijos.

Cristina Gómez, psicóloga-orientadora del Gabinete Psicopedagógico Municipal de Xirivella,  defiende que tras 10 meses de rutinas horarias y tareas dentro y fuera de clase, los pequeños tienen la necesidad y el derecho de desconectar y descansar de las obligaciones. Por ello, aboga porque en verano, los niños hagan “los deberes justos e indispensables”. “La rutina crea el hábito pero los niños, como los adultos, también necesitan que haya una ruptura a favor de otras actividades que les resulten más divertidas” pudiendo estar indirectamente asociadas a ciertos conocimientos que durante el año se han impartido en la escuela. A este respecto, aconseja hacerles partícipes de labores diarias como escribir la lista de la compra, ir al supermercado o al banco y aprovechar para que hagan cálculos mentales practicando así, matemáticas. Otra opción, es mejorar la competencia lingüística a través de la lectura recreativa. “Lo principal es que elijan el libro que quieren leer, sin importar la temática ni tener la obligación de dedicarle un momento y tiempo concreto cada día. La idea es que lean por placer y para ello, también es fundamental que nos vean leer”, indica la psicóloga.

“Las familias deberían de relajarse y perder el miedo a que desaprendan los conocimientos adquiridos en el colegio. En primer lugar, porque no hay una base científica que afirme que esto suceda, y en segundo, porque el propio profesorado reconoce que el núcleo básico de aprendizaje, se repite a lo largo de primaria. Además – comenta Gómez- hay muchos modos de aprendizaje y no necesariamente tienen que estar asociados con el cuaderno de verano”.

La orientadora añade que en Educación no hay una respuesta única, sino estilos pedagógicos, menores y contextos diferentes, lo que hace que las discusiones entre las diversas opciones,  tengan sentido. “Debemos de atender a muchos factores entre los que está la conciliación de la vida laboral y familiar. Como profesionales no deberíamos de negarnos en rotundo a las tareas o actividades extra-escolares o escuelas de verano, ya que son iniciativas solucionadoras para las familias que no pueden estar a tiempo completo con sus hijos. Dar una única opción como válida, hace sentir mal a aquellas familias que no pueden ajustarse a lo que estamos planteando y eso no es justo”.

Del aburrimiento también se aprende

Otro de los objetivos perseguido por los padres es que sus hijos se lo pasen bien en todo momento y esto a menudo, les hace estar en una búsqueda continua de actividades. Pero, qué sucede si nuestro hijo se aburre o no le gusta lo que le planteamos. En opinión de Gómez, el aburrimiento es un aspecto básico del aprendizaje. “Si me aburro, tengo dos opciones: asumir una postura pasiva es decir, seguir aburrido y buscar que otra persona me proporcione ideas para suplirlo o, que los adultos responsables me motiven a realizar otras acciones”. La psicóloga recomienda esta segunda opción: “piensa qué te gusta hacer, recuerda alguna actividad que hayas hecho y que te haya gustado, o incluso invéntate alguna…Al rato podemos ir e interesarnos por lo que hace y por cómo se lo están pasando, siempre intentando reforzar esta actitud e incluso involucrarnos en sus juegos. Les hace especial ilusión cuando son ellos los promotores de la actividad y la dirigen invirtiendo los roles habituales”.

A través del aburrimiento y de su gestión, Gómez asegura que trabajan la tolerancia a la frustración al entender que los adultos no siempre son los responsables de saciar su descontento; suscita la búsqueda de recursos propios de creatividad e imaginación, así como recuerdos de actividades que se han hecho previamente y que pueden recuperar para salir de este estado. “Hay que fomentar el tiempo y los juegos en familia pero también en soledad ya que forma parte de la maduración personal”.

Una afirmación que también sustenta Pilar Muñoz, psicóloga orientadora en secundaria “Hay que enseñar a los chavales a estar en soledad y en silencio. Es un ejercicio fundamental para nuestro cerebro y a penas lo practicamos. Estamos creando personas multitask y no nos damos cuenta de la importancia de detenerse y estar en silencio para reflexionar, ordenar pensamientos y ser conscientes de nuestras emociones”.

Pre-adolescencia y adolescencia, la edad por excelencia del escaqueo

A partir de los 11 años, nos topamos con la pre-adolescencia y consiguiente adolescencia. Aparece la necesidad de mayor independencia y de estar más tiempo con el grupo de amigos y amigas. “Hay que respetar los momentos de intimidad con sus amistades, son necesarios para el desarrollo personal y social” pero a la vez, según Muñoz, es fundamental “desarrollar siempre una supervisión sana. Intentar conocer su círculo a través de la realización de actividades que son difíciles llevar a cabo en otros momentos del año como por ejemplo, excursiones, meriendas con sus amigos, o actividades culturales. De esta forma, sabremos cómo interactúan, a qué juegan, qué les gusta hacer, dónde van, qué aficiones tienen los amigos, etc. En definitiva, “se trata de compartir la vida para conocer mejor a nuestras hijas e hijos y evitar caer en la sobreprotección”.

Además, es una etapa en la que se está confeccionando la personalidad, e introducir pautas y obligaciones puede resultar muy costoso ante la aparición de elementos de resistencia por parte de los jóvenes. A pesar de estas posibles complicaciones, Muñoz señala que hay que recordarles que “las vacaciones no pasan porque los demás trabajen para ellos dentro y fuera de casa”. Aunque no vayan al centro educativo y acudan o no a una escuela de verano, deben de cumplir con las normas familiares y colaborar con las obligaciones domésticas ya que cada miembro de la familia “atendiendo a su etapa evolutiva, tiene tareas que hacer. Es un terreno que se debe abonar desde la infancia y durante todo el año. La adolescencia es una fase de desconexión, están centrados en sí mismos y les cuesta ponerse en el lugar del otro, tolerar,  escuchar, o colaborar en las tareas domésticas, así que si no lo han hecho hasta entonces, será más difícil que lo hagan”.

La psicóloga orientadora de secundaria aconseja que participen en planificación de las vacaciones. Escucharles, conocer sus expectativas y preferencias a la vez que ellos tienen en cuenta las del resto de la familia. “De esta forma, serán capaces de ajustarse al gusto de todos y aprenderán a ceder”.

Ambas psicólogas, inciden en la importancia de que los menores realicen actividades y compartan tiempo con personas de su edad así como con la familia, sin olvidarnos del valor de la soledad, el silencio e incluso del aburrimiento. 

Información facilitada por el Col·legi Oficial de Psicòlegs de la Comunitat Valenciana

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